La cultura maya como ejemplo de resistencia al cambio global

«El Ser humano es la mínima expresión de la naturaleza y aun así la hemos maltratado, le hacemos daño y la llegamos a enfurecer»

maya

(El presente es un artículo escrito por Menchú Pérez a raíz de una entrevista a Anaité Galeotti, reciente invitada en el Café d´Espacio, y publicado en el sitio web http://www.laindependent.cat)

La arqueóloga guatemalteca Anaité Galeotti, acude a las Islas Canarias a reavivar una historia de resistencia indígena que perdura con fuerza hasta el día de hoy.

En su primera visita a las islas, consideradas en sus propias palabras “como una pequeña extensión de América Latina”, la también profesora de la Universidad de San Carlos, continúa divulgando la presencia maya como germen revolucionario que es.

Su visita ha resultado altamente provechosa, ya que ha podido visitar a una parte de su familia aquí asentada, a su hijo y su familia canaria. También ha sido invitada por la Asociación Canaria Siembra (veterana en la solidaridad con el pueblo indígena guatemalteco) a compartir sus amplios conocimientos en el popular Café de dEspacio y ha participado en un encuentro similar en la isla de Fuerteventura. Me siento pues orgullosa de haber podido conversar con ella sobre un tema que me acompaña muy dentro del corazón desde que decidí trabajar en el terreno con las Comunidades de Población en Resistencia de Guatemala.

En sus coloquios, la historia maya fluye de manera prodigiosa. Fundamentalmente trata de transmitirnos un enfoque diferenciado al que tradicionalmente en la arqueología da por muerta la cultura maya. Al contrario, afirma que “la cultura maya y su herencia es un continuo hasta el día de hoy”, aunque esto haya sido tratado de negarse con altas cargas de racismo que incluso han trascendido dentro de los colectivos de izquierdas.

Anaité Galeotti proviene de una trayectoria familiar militante. Recuerda cómo su abuela le hablaba mucho de la lucha contra las injusticias que, con el tiempo le ha ayudado “a aplicar un enfoque colectivo a sus estudios y analizar los restos del pasado con una visión política”. Con cuatro años vivió una temporada en el exilio en Argentina, cuando sus padres tuvieron que huir de las intervenciones norteamericanas en el país, las cuales trataban de impedir las primeras reformas agrarias. Posteriormente, ya en la adolescencia (años 70) convivió con una época de fervor revolucionario: “eramos universitarios y comenzamos a recuperar la memoria histórica y a convivir con los pueblos indígenas”. Recuerda su participación en el histórico y reconocido Comité de Unidad Campesina (CUC) como “una primera siembra de ideales que se fue desgranando con el tiempo”. “El pueblo maya me enseñó una forma clara de resistencia cuya esencia es la defensa del territorio y de la madre tierra”.

Actualmente, cuenta que las últimas luchas en el país se han centrado en llevar a los pueblos las Consultas Comunitarias de Buena Fe, en las que se trata de recuperar un valor campesino muy arraigado basado en el valor de las palabras y el compromiso de las personas. “La palabra ha sido siempre un valor que en los pueblos indígenas ha prevalecido”. A través de ella se han pactado acuerdos que han permanecido inalterables en el tiempo, como el cuidado de otras personas y la propiedad o intercambio de bienes por ejemplo. Otra de las luchas que se está trabajando, añade, es hacer frente a las consecuencias de la intervención de las minerías y petroleras en el país. Éstas  están destrozando los recursos naturales y envenenando las aguas de los territorios indígenas. Resultado de los negocios del gobierno guatemalteco con grandes multinacionales que son quienes únicamente obtienen beneficio de este desastre ecológico y cultural.

En una realidad muy compleja que afrontar en este país centroamericano, esta mujer, madre de cuatro hijos, académica y militante; también me ha hablado de cómo en su vida a veces las principales barreras se las han impuesto otras mujeres con sus críticas y enfrentamientos, mucho peores que las de los hombres. Afirma además que vivió cómo el movimiento de mujeres en su país avanzaba al margen y alejado de la realidad indígena.

Preguntada por sus temores en un país bañado por la sangre y el odio de la guerra, argumenta que “llega un momento en la vida en que se traspasa el umbral del miedo y ya no afecta, como cuando metes los pies en el mar y al tiempo ya no los sientes”.

Concluyendo en un afán de atisbar el futuro, Anaité Galeotti habla de el 15M, que “los indignados en España han dado esperanza a nuestro pueblo guatemalteco. Veo fuertes atisbos de que las nuevas generaciones en mi país van a traer nuevas expectativas, ya que son fruto de la historia de una revolución y ahora hay más eco de otras luchas en el resto del mundo. En mi país tenemos hambrunas, pero también buen clima y buena tierra. El Ser humano es la mínima expresión de la naturaleza y aun así la hemos maltratado, le hacemos daño y la llegamos a enfurecer. No será fácil, pero se puede lograr un cambio”.

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