Este Viernes en Pie, para los «Huertos urbanos»

No siempre sale el boletín semanal, porque las capacidades son limitadas. Y ahí es cuando no podemos resistirnos a mandarles estos avisos de última hora, que creemos pueden llegar a ser cruciales… 😉

Hoy 9 de marzo es de uno de esos viernes que se ponen en pie, en esta ocasión para que abordemos el tema «Huertos urbanos». A las 20:00 h, comenzarán a explicar sus planteamientos y a relatar sus experiencias participantes del HUCA (Huerto Urbano Comunitario Autogestionado) de Casablanca III, de su primo hermano de Arenales, el «Huerto La Chimenea», y del nuevo grupo de huertos de la Asamblea Popular de Guanarteme, entre otras posibles incorporaciones.  Como siempre, sus intervenciones no serán sino el silbido que abra un rebumbio de aportaciones y opiniones entrelazadas en forma de constructivo diálogo.

Aun cuando les cueste lo suyo germinar y enraizar entre tanto hormigón y cultura de lo individual, casi subterráneamente y al golpito van avanzando pequeños proyectos que aspiran a abrir rendijas de agricultura ecológica y lógica comunitaria entre los muros de la ciudad de Las Palmas. ¿A abrir o re-abrir? Basta revisar fotos viejas o preguntarle al familiar anciano -¡o asomarse a ciertos patios!-, para descubrir que estos riscos y arenales no están tan lejos de un pasado más fértil y menos deshumanizado.

Y tampoco en el mundo estamos solos. En muchos solares de otras ciudades de diversas latitudes, cada vez hay más gente retando al futuro oficialmente marcado a golpe de rastrillo. De entre centenares, unos botones de muestra, empezando por, por ejemplo, el Hortet del Forat de Barcelona:

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=9Bp2DNvECAo?rel=0]

O de Esta es una Plaza, de Madrid:

[vimeo http://www.vimeo.com/26262565 w=600&h=338]

O la reciente iniciativa Toma la Ciudad, nacida al calor de las asambleas vecinales:

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=3TLMHzCd77Y?rel=0]

De esta última, porque no tiene desperdicio, copiamos también su manifiesto:

«Desde hace mucho tiempo se toman decisiones por nosotros pero sin nosotros.
En el pasado existieron espacios colectivos, donde la gente convivía y decidía de entre iguales, cultivaba el diálogo, la cooperación fraternal y el trabajo por el interés común.
En la actualidad hipotecaron nuestras vidas a un sistema político y económico que nos ha empobrecido y nos ha vuelto más dependientes; llamaron libertad a la irresponsabilidad política de poner en manos ajenas las cosas que nos atañen. Nos educaron en un punto de vista infantil y egoísta, articulando la sociedad en compartimentos estancos donde rige la competitividad y el mutuo recelo en lugar de la colaboración y el respeto. Éramos pueblo y nos hicieron público, dejamos de ser actores para convertirnos en tristes espectadores de unas vidas dirigidas desde arriba.
Así, el diseño de nuestras ciudades es también una cuestión puramente política. El ordenamiento de los jardines, cercados por vallas, cerrados de noche. Las flores alineadas como adoquines, los setos recortados cual muros. El espacio urbano fue pensado para el tránsito mudo de coches, personas y mercancías; el decorado es estéril y la circulación jamás se detiene. Porque si nos paramos, el orden peligra.
Hemos comprobado que la manera de producir empresarial o estatal, no responde ni a nuestros deseos ni a nuestras necesidades, genera estructuras corruptas e injustas y es sumamente perjudicial al medio ambiente.
Qué pasaría si empezáramos a gestionar el mundo nosotros, desde abajo, de otra manera.
Imaginemos, por ejemplo, una ciudad distinta, más natural. Donde en lugar de tanto asfalto, adoquines y jardines estériles, sembráramos aromáticas o plantas de las que extraer remedios naturales. Donde en lugar de parques decorativos, tuviéramos árboles frutales y huertos ecológicos, cuidados entre todos, juntos, niños y adultos, ancianos y jóvenes.
Qué pasaría si en lugar de mantener un sector público estatal, altamente costoso y muchas veces ineficiente, construyéramos una red de servicios populares, autónomos, donde el trabajo que los sustente se decida en las asambleas y no de acuerdo a los intereses de unos pocos. Donde cada uno aporte como pueda aportar y donde pueda aportar. Donde nos desarrollemos de un modo completo como personas, tanto para dar como para recibir, y no siendo sólo pasivos consumidores.
 No resulta tan difícil de imaginar si tenemos en cuenta que los servicios sociales estatales están sufriendo recortes constantes, y que el modelo de Estado de Bienestar no resulta viable según la endeudada coyuntura económica.
Hoy además nuestras calles rebosan de lugares cerrados: casas vacías, solares desocupados, edificios por terminar. Empezamos a ver las ruinas que muestran el estado decadente de una sociedad en crisis. Una sociedad que nosotros no elegimos, pero que pagamos con creces. Por eso, tomaremos aquellos espacios en desuso, anteriormente usurpados por la lógica de beneficios privados y pérdidas públicas, dándoles nuevos usos de acuerdo a los intereses de todos. Por tanto, os invitamos a todos a ser partícipes de la nueva sociedad que está por construir en dichos lugares.
No hemos venido para hacer una reivindicación abstracta, no basta con indignarse, estamos aquí para encontrarnos, habitar el espacio y tomar la vida en nuestras manos. Somos los habitantes, no los meros transeúntes, de un mundo que es nuestro hogar, y reconstruirlo es nuestra responsabilidad.

Nuestra fuerza se medirá en lo que hagamos, que además será ejemplo de todo aquello que podemos llegar a hacer. Pues bien, hagámoslo y no esperemos más.»

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