Cuando empiece a refrescarse esta calurosa tarde de jueves, sobre las 19:00, volveremos a levantar a Pasolini de su tumba para pensar y debatir sobre otro tema que él abordó y a nosotros nos aborda desde todos los flancos: el consumismo.
En una charla informal en la red, el compañero Antonio Aizpuru, encargado de introducir el debate de hoy, contesta así a otro compañero que compartía un texto de otro autor:
Muy bueno el texto, viene perfecto para lo que vamos a charlar hoy. Tanto Riechmann como Pasolini ven un universo común entre el capitalismo y cierta oposición a éste: el pragmatismo, la relación vulgar con las cosas, el amor a la técnica y la velocidad. Pasolini sospechaba de los jóvenes burgueses de izquierda porque por mucho que hablasen de emancipación no sabían nada de la cultura tradicional y siempre solían ir acompañados de una chica decorativa al lado (curiosa apreciación).
Hay un artículo interesante en este sentido. Se llama «El discurso de los melenas». Allí dice que, claro, ante los ataques fascistas a la juventud melenuda, había que salir en defensa de los melenudos, pero una vez que esto era lo estándar, una vez que el tiempo cambia y ya no se ataca a nadie por tener el pelo largo, encuentra que bajo esta oposición al sistema había demasiado individualismo burgués.
El mayor derrotado en una confrontación abierta entre dos contendientes es siempre un tercero que cae en el olvido. Por eso es muy sugerente que lo que marca para Pasolini el paso del fascismo tradicional al nuevo fascismo de mercado no es tanto un hecho histórico o político sino la desaparición de las luciérnagas. La desaparición de algo que las ciudades ni siquiera sabían que existía.
Ser capaz de ver y apreciar aquello invisible para la marcha del progreso es un buen elemento para pensar la resistencia. Es difícil echar en falta algo que ni siquiera sabíamos que existía, recordar que había otra forma de estar en el mundo, que hay una apertura al mundo diferente, otra forma de ver la realidad, otra mirada: “Evidentemente mi mirada hacia las cosas del mundo, hacia los objetos, es una mirada no natural, no laica: tomo las cosas un poco como milagrosas. Cada objeto para mí es milagroso: tengo una visión –de manera siempre informe, digamos así- no confesional, en cierto modo religiosa, del mundo. Es por esto que impregno de este modo de ver las cosas también en mis obras.” Entrevista con Enzo Biagi, el 27 de julio del 71, programada para ser emitida por la RAI, pero después cancelada por las denuncias a Pasolini.