«Pasolini ve lo que desaparece mientras otros celebran el progreso»

El Café d’Espacio de Las Palmas de G.C. acoge un cinefórum, organizado por Davide Payser, donde se conmemora el noventa aniversario del cineasta y escritor Pier Paolo Pasolini

Davide Payser, en la puerta del Café d’Espacio. / CANARIASINVESTIGA.ORG

 

(Noticia tomada de la web: canariasinvestiga.org, texto de Orlando Santana)

El sábado 28 de abril se proyectan en el Café d’Espacio, a las 19.00 horas, La Ricotta y El evangelio según San Mateo, las primeras dos películas con las que el Foro Crítica y Sociedad conmemora el noventa aniversario del nacimiento del escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini. Las cintas forman parte de un ciclo que ofrece proyecciones y charlas, los jueves y sábados de semanas alternas, y que se prolongará hasta el sábado 19 de mayo.

 

Hay efemérides para tiempos difíciles. La del nacimiento de Pier Paolo Pasolini constituye una valiosa oportunidad para encarar el presente con lucidez y poesía. En el Café d’Espacio, todo un fermento de sociedad civil, Davide Payser conversa sobre el legado de este poeta y cineasta visceral. La visión de la tradición como impulso y referente de esa «revolución antropológica» reivindicada por Pasolini, permite que el diálogo de cabida al proceso de cambio político y social experimentado en Bolivia tras la llegada al poder de Evo Morales. La conversación también da pie a compartir el testimonio de uno de esos isleños cuya mirada está hecha de idas y venidas, de distancias y cercanías.

 

Pregunta. ¿Aún tiene sentido ser comunista, tal como Pasolini lo entendía?

 

Respuesta. Hay que entender que Pasolini vivió y escribió en una época en la que el partido comunista era una fuerza real, grande. El partido comunista italiano fue el más grande de Europa occidental. Ahora, la idea de comunismo que Pasolini defiende se basa en los principios universales de la ética, en la compasión; en principios perfectamente asumibles hoy en día. Pero la organización partidaria ha cambiado mucho, ya que el comunismo, tal como él lo concibió y conoció casi ha desaparecido. La idea gramsciana de los bloques, del bloque antagónico, la existencia de la Unión Soviética… de todo ello ahora quedan prácticamente las ruinas. Y es interesante ver cómo él anticipa todo eso, cómo él, al llamarse a sí mismo «poeta de las cenizas» reivindica ese mundo, el de los campesinos, el de la solidaridad. Hay que tener en cuenta que la posición de Pasolini al principio es la del comunista gramsciano. Pero luego, desde los años sesenta y hasta el final de su vida, su visión se vuelve apocalíptica; aunque no dejara de pedir el voto para el Partido y de manifestar explícitamente su esperanza en la juventud de la Unión Soviética. Su visión es entonces la de alguien que ha tomado conciencia de la debacle moral que acompaña al progreso material traído por el boom económico.

 

P. Qué diferente hubiera sido el socialismo real si los intelectuales de entonces, en vez de aspirar a crear un hombre nuevo, hubieran comprendido que el pasado, la tradición, es una auténtica fuerza de cambio.

 

R. Claro, ese ha sido uno de los grandes errores, si se puede llamar así. El error de pensar en el futuro, en la batalla del futuro, y olvidar el pasado; concebirlo como algo que debe ser superado, que permanece lastrado por la superstición. Ese desprecio por la riqueza que provenía del mundo campesino, del mundo subproletario que Pasolini tanto amaba, ha conducido a una pérdida de referentes propios. Al echar una carrera con el capitalismo por la conquista del futuro, el comunismo perdió su propia historia, sus propias raíces; que son raíces de pobreza.

 

P. Pasolini escribió que «el izquierdismo es una enfermedad verbal de la izquierda». ¿La crítica que él hacía en solitario a la izquierda de su tiempo, sigue vigente hoy día?

 

R. Con el término izquierdismo Pasolini se refería, seguramente, a las posiciones defendidas por los estudiantes de la generación del 68, ya que él fue muy crítico con los movimientos estudiantiles. Precisamente por alejarse de la tradición comunista y popular. En segundo lugar, él sobre todo criticaba de la izquierda la entrega acrítica a la idea del progreso. Esto lo emparenta con otros autores, que en estos momentos, ya críticos, empieza a reivindicar cierta izquierda. Uno de ellos es Walter Benjamín, para quien el pasado contiene elementos revolucionarios, y para quien, por tanto, lo que debemos hacer es dejar de correr hacia el futuro y detenernos a pensar en todos aquellos sueños que no se cumplieron. La idea es que el pasado está ahí y puede ser de otra manera. En los análisis de hoy en día aún se perpetúa el progresismo a toda costa. Y si lo circunscribimos a lo económico, es perfectamente asumible por la derecha. Pasolini fue un extemporáneo, un intempestivo. Cuando todos afirmaban que se estaban produciendo grandes mejoras, él estaba contemplando lo que desaparecía.

 

P. En uno de sus artículos periodísticos, Pasolini constata con dolor que los de arriba y los de abajo comparten ya los mismos valores, que se encuentra entre «una multitud ínfimo burguesa que sabe que lo es y quiere serlo». ¿Qué clase de vida llevó Pasolini para ponerse en la circunstancia de experimentar esto?

 

R. Lo que todos los biógrafos resaltan es que él manifestó un rechazo radical a establecer vínculos con la burguesía. Él conocía esta realidad, la de las clases populares, sobre todo por su vida amorosa; era homosexual y siempre se relacionó con jóvenes que provenían de sectores desfavorecidos. Primero, los del campesinado del norte de Italia y luego los jóvenes de las barriadas de las periferias romanas. Y permaneció fiel a esta gente. Él iba a las pizzerías de los barrios, a las playas populares… Estos eran los lugares donde le gustaba pasar el tiempo cuando no estaba trabajando. El artículo en el que se encuentran esas palabras lo escribió a partir de una reflexión madurada en la playa de Ostia, que es una playa masiva, popular. A lo largo de los años Pasolini vio cómo se transformaban esos chicos, cómo se perdía lo que él amaba en ellos, esos valores. Pero a pesar de todo, continuó relacionándose con esta gente.

 

P. A propósito de valores como la solidaridad, me acuerdo de que, durante tu presentación, mencionaste la huella que había dejado en Pasolini la generosidad de aquellos campesinos que daban una parte de su ración a los prisioneros del ejército alemán.

 

R. Él decía que él había aprendido el marxismo de una manera natural, viendo el comportamiento aideológico de los campesinos. Un comportamiento que bebía mucho de la ética cristiana y de la idea de ayuda mutua. A él le sobrecogía pensar que los campesinos del norte de Italia, aquellos mismos que habían sufrido los bombardeos del ejército nazi, renunciaran a parte de su comida para alimentar a los prisioneros alemanes.

 

P. A finales del pasado verano regresaste a la Isla tras haber pasado dos años como profesor de violonchelo en el conservatorio de La Paz. ¿Qué testimonio puedes dar acerca de las luces y sombras del proceso de cambio que atraviesa Bolivia?

 

R. Es fundamental ver las cosas desde diferentes distancias. Cuando uno está lejos ve los hechos de una manera y cuando se acerca aparecen todos los matices. Yo me fui a Bolivia para presenciar un cambio histórico, interesantísimo. Precisamente podríamos decir, parafraseando a Pasolini, que una fuerza del pasado venía y se hacía presente. Era la respuesta de una tradición de sometidos, que reivindicaba el poder tras quinientos años de colonialismo. Entonces hay que decir varias cosas sobre ese proceso. La llegada al poder de Evo Morales es un hecho positivo, indiscutiblemente. Evo Morales es el mejor presidente que ha tenido Bolivia, y esto también hay que decirlo claramente. El problema es que Bolivia ha padecido un desgobierno total. Por ello, el gobierno actual es solo un gobierno, uno que trata de devolver la dignidad a las instituciones y lidiar con un montón de problemas heredados. Al llegar allí te das cuenta de que las cosas no son como uno esperaba. Uno esperaba una revolución al estilo cubano, una cosa que se viviera en la calle; y claro, en La Paz no se percibía de esa manera. Es una revolución, pero sobre todo es un proceso de empoderamiento de las clases que han estado sometidas racial y culturalmente. Bolivia es un país que, en ese sentido, puede compararse a Sudáfrica. No hay blancos pobres. Es un país donde la pobreza está racializada al cien por cien. Y eso está cambiando, porque hay una clase en decadencia, la oligarquía tradicional, y unas clases medias en ascenso, mestizas, indígenas. Y luego están los campesinos y la gente más pobre que, claramente, viven con más dignidad. Puedo decir que Bolivia es uno de los países más democráticos que he conocido, un país en el que una iniciativa del gobierno puede ser revertida si es contestada con suficiente fuerza por parte de la población. El último caso fue el de la carretera del Tipnis, que atravesaba un parque natural. Este hecho me parece un claro indicio de democracia, del que carecemos aquí.

 

P. En un verso de Poesías mundanas, Pasolini describe a los neorrealistas como hombres «obsesos por la Crónica vulgar de los Sucesos». ¿Qué clase de apuesta distingue a su cine del de estos?

 

R. Sus dos primeras películas, Accattone y Mamma Roma parten claramente del Neorrealismo. El momento fundacional del cine de esta generación es Roma, città aperta, de Roberto Rossellini. Entonces, lo que sucede es que Pasolini decide trabajar con actores que no lo son, con habitantes de los barrios a los que convierte en actores; y la lengua que se habla es, por tanto, dialecto  romano. Él empezó como guionista, sin tener conocimientos de dirección; su ayudante entonces fue Bernardo Bertolucci, que era un adolescente de dieciséis años y sabía tan poco de cine como él. Estaban aprendiendo a hacer cine. Su particularidad como cineasta se encuentra en la incorporación de su mirada poética; y en su apreciación del lenguaje y de los rostros de la gente que vivía en los barrios. Ese cine evoluciona y apunta en direcciones que no tenían nada que ver con el Neorrealismo.

 

P. En la última serie de versos del largo poema mencionado antes, bajo la fecha 21 de junio de 1962, podemos leer: «Con el sereno valor de un científico / me observo a mí mismo masacrado. Parece, a veces, / que odio y, sin embargo, escribo / versos llenos de amor preciso«. El tono y su forma de entender la poesía, ¿no nos hacen pensar en Rimbaud?

 

R. Pasolini es un descendiente de Rimbaud, y abundan los testimonios de ello a lo largo de toda su vida. Lo que lo decide a lanzarse a la poesía es el descubrimiento de Rimbaud. Y también una forma de entender la poesía alejada del clasicismo. Es esa idea de una poesía herética, que va por otro camino; una poesía salvaje.

 

P. Durante tu presentación hacías referencia a la importancia que tenía para Pasolini esa parte de magia y misterio que hay en la vida y en las culturas. Pero también cuentas que habías adquirido el distanciamiento necesario para percibir el misterio de la ciudad donde te criaste.

 

R. La gente generalmente se agobia en Las Palmas… hay como un deseo fortísimo de irse. La mayoría de mis amigos lo ha experimentado. Pero irte fuera también te da la posibilidad de volver a ver tu propia ciudad con esa mirada extrañada, esa mirada que permite creer que las cosas pueden cambiar; con curiosidad y también con amor hacia los barrios, hacia la fisonomía. Eso que al principio, cuando eres adolescente, te parece feo: los edificios, las calles, los trazados. Cuando has estado en Latinoamérica comprendes de dónde viene todo esto y también aprendes a ver la belleza que hay en lo gris. Son matices que antes no apreciabas porque solamente confrontabas la ciudad con unos ideales. Ahora, después de haber recorrido un poco otras partes, me doy cuenta de que esta también es una ciudad ideal.

 

P. ¿Todavía te acompaña la visión de aquella gran montaña que sobrevolaste en avión?

 

R. Sí, el Illimani que está allí, en La Paz, siempre vigilando, mirándolo todo. Era toda una presencia. Para las comunidades, los nevados son entidades. Los Apus, las Achachilas son deidades tutelares que protegen a la población o que se enfurecen. Y sí, yo recuerdo. Cuando me marché de La Paz parecía que el avión, al sobrevolarla, pasaba cerquísima del pico y que la montaña nos estaba dejando pasar.

Esta entrada fue publicada en actividades artísticoculturales, actividades sociopolíticas. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ocho + 18 =

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.